11 julio, 2009

NADA DE NADA

He aquí la historia de quien en el momento de su detención, dijo a los agentes de policía que le apresaron, que no tenían nada de nada, absolutamente nada contra él y que pronto saldría a la calle.

Alphonse Gabriel Capone, más conocido como Al Capone o Al Caracortada Capone –No hay delincuente sin mote-, hijo de barbero napolitano que se crío en el barrio neoyorquino de Brooklyn, donde comenzó su forja como famoso gangster, perteneciendo ya de joven a la banda The gang of the Five Pointers –Un chorizo sin clan no es nadie-. Después de varias aventuras y desventuras, se traslada a Chicago, uniéndose con a la mafia y organizando el denominado Sindicato del Crimen –¿De que me suena?-, con el que se deshizo de sus rivales, enriqueciéndose con el tráfico ilegal de bebidas alcohólicas gracias a la ley seca, y a través de su vasta y clandestina red de salas de juego.

Capone se convirtió en el rey del hampa, aún sin tener poder fuera de Chicago, y se hizo con todo el mercado de contrabando de licores, prostitución y juego, sobornó a policías, magistrados, jueces, daba espléndidos donativos para beneficencia, famoso por sus arrebatos de cólera y su megalomanía, utilizaba la violencia para exterminar a las bandas de irlandeses y ordenó la masacre del día de san Valentín, donde ametrallaron a la banda de Moran.
Aunque Al Capone hacía siempre sus negocios con hombres-tapadera y no había forma que un registro lo relacionase con sus ganancias, las leyes de 1927 permitieron al Gobierno Federal, tras años de infructuosa persecución policial y falta de pruebas, detenerlo finalmente por evasión de impuestos, la mejor opción para al fin encarcelarlo. Fue perseguido por el agente, Eliot Ness y sus incorruptibles, Los Intocables, y por el agente del IRS, Frank Wilson, que fue capaz de encontrar recibos que lo relacionaban con ingresos por juego ilegal y su correspondiente evasión de impuestos.

Su juicio y acusación trascurrió en 1931 y fue encontrado culpable en cinco de los 23 cargos, siendo sentenciado a 11 años de prisión. Ingresó en la cárcel de Atlanta y después en Alcatraz. Pasó sus últimos años en el hospital de la prisión y salió el 16 de noviembre de 1939. Arruinado, débil y con la mente deteriorada por sífilis cerebral, consecuencia de una sífilis mal curada, comenzando a mostrar signos de demencia, recluyéndose en su casa de Miami Beach. El 21 de enero de 1947, Capone sufrió un derrame cerebral, y murió cuatro días después en la bañera.

Esta es la historia de quien se creía por encima de la ley, se sentía intocable y pretendía rendir cuentas solo ante su dios –ese que no existe-, y al final, cuando menos se lo esperaba, fue encerrado entre barrotes por el simple delito de defraudación. Eso fue lo que mas hirió su ego enfermizo de mafioso, verse enjaulado por un simple delito de menor cuantía –una gilipollez que diría el otro-, haciendo con ello empequeñecer su figura de gran padrino, después de haber sido el rey del hampa. Hoy estos personajes siguen existiendo, los vemos continuamente en los medios de comunicación con sus imágenes evolucionadas de respetabilidad, pero con la misma avidez que Capone, encapsulados por hordas fanatizadas, cual padrino. El gangster de Brooklyn no tuvo la suerte de su parte con los jueces que le tocaron, ni tampoco colegas que se lo tapasen todo. Si viviera en estos días, hubiera comprobado lo fácil que es librarse de aquella simpleza que le destruyó. Sin matar a nadie. Solo moviéndose en determinados círculos políticos que no se cansan de pregonar justicia y orden, saldría indemne. Espero que alguien le regalase unas buenas anchoas del cantábrico para saborearlas en su celda mientras pasaba el rato pensando en la nada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bla, bla, bla...

Anónimo dijo...

Este post me recuerda a alguno que vive por las Valencias, al que han pillado con el carrito de los helaos